Habían pasado tres meses desde la gran asamblea y esto había provocado una serie de cambios dentro de Novalonkkir.
A pesar de las enérgicas discusiones sobre la ineficacia del sistema de gobierno, pudiéndose presagiar un cambio de régimen, este no tuvo lugar.
El último moderador de Novalonkkir había decidido encabezar una embajada con diversos colonos para encontrarse con los Roth, tras el descubrimiento de una antigua máquina perteneciente a la desaparecida tribu del Agua.
Durante un tiempo múltiples enfermedades aquejaron a los intrépidos colonos del pueblo. No obstante, los denodados esfuerzos de los integrantes del «hospital» dieron como resultado la salvación de casi todos los enfermos. Aunque la cuarentena que impusieron no fue muy bien recibida por el resto de la población, resultó una medida acertada para atajar la propagación de dichas enfermedades.
Se vivieron momentos de tensión cuando una compañía de mercenarios que habían llegado, entregó una especie de ultimátum a la colonia, de parte de la famosa «Compañía comercial de Therbas». Este hecho acabó con una terrible matanza de la mayor parte de la guardia de Novalonkkir a manos de los mercenarios en una hábil emboscada.
Durante el juicio posterior se descubrió que el propio Escriba de la Asamblea estaba intentando dar un golpe de Estado, con múltiples documentos falsos que lo atestiguaban. Una vez descubierto, tuvo que huir atravesando la selva hacia la costa, buscando que la República de Alania reconociera su pretensión como gobernante del lugar, poniendo la colonia bajo su jurisdicción efectiva.
Mientras tanto, algunos de los magos continuaron investigando la famosa piedra del centro del pueblo. Pretendían utilizarla como conexión con Rothzinger para llegar a él y eliminarlo. (O al menos eso fue lo que dijo la mayoría).
Llegada la noche, y aún sin saber por qué, unas luces surgieron de la piedra de la Asamblea. Acompañadas por la aparición de una fantasmal niebla cerca del río, muchos pobladores se precipitaron en su interior, suponiendo que eso los iba a llevar mas cerca de las riquezas ocultas de Rothzinger.
Aunque estaban en lo cierto, un terrible recorrido plagado de trampas y siervos esclavizados por el propio Rothzinger diezmó a los «aventureros». Una vez que consiguieron superar todas las dificultades, y encontrándose con él, se desvelaron las siniestras intenciones de muchos de ellos. Una parte huyó, pero no sin antes robar el tesoro del mago. Otros se cambiaron de bando, pues su interés había sido siempre ponerse a su servicio. Muchos murieron en el intento y una pequeña parte pudo huir sobre sus propios pasos.
Ajeno a toda esta debacle, uno de los colonos continúo con las construcciones y los negocios aprovechándose de la riqueza subyacente de la zona.
En el bosque, punto clave del acuerdo entre el hombre-lobo y la colonia, la guardia extramuros intentaba hacerse con el don de la licantropía. Sus esfuerzos fueron puestos en peligro por la actuación de un nutrido grupo de cazadores de monstruos, que habían llegado para hacerse una zamarra con el pellejo del gran licántropo. Tras un encarnizado combate ambas partes se retiraron a lamerse las heridas sin un desenlace claro.
Aprovechando la noche y la ausencia de parte de los lugareños, un grupo de miembros del gremio del Mar llegaron al lugar para afianzar contactos en el pueblo. Aunque tras ver como se las gastaban allí, y decidiendo que aquello era muy peligroso para ellos, optaron por irse a buscar lugares menos «transitados».
Tras el maremagnum nocturno, el pueblo se despertó con grandes cambios demográficos. Los ya recuperados Cazadores de monstruos y algunos lugareños decidieron adentrarse en el dungeon a dar cuenta de una vez por todas del malvado Rothzinger. Combatiendo contra los cuerpos animados de sus difuntos vecinos lograron llegar hasta su objetivo, sólo para que sus esfuerzos se viesen frustrados gracias al recién adquirido aprendiz del nigromante, que consiguió salvar la vida de su maestro en el útlimo segundo.